Se trata de una investigación periodíatica que entraga testimonios de los últimos días de la vida de Pablo Neruda. Recoge testimonios de las personas que lo rodearon en esos últimos momentos y se puede ver contradiciones que dan que pensar en que no se trató de un hecho claro. Quedan dudas.
En el funeral realizado en"La Chascona", Matilde Urrutia relató la lentitud del tiempo en aquellas horas interminables, en las que apenas pudo dormir algo más de noventa minutos. "Era una noche fría de septiembre. Yo, metida en el cuello de mi abrigo, lloro en silencio. Recordaba ese living calientito con esa chimenea que no se apagaba jamás. Los amigos conversan, hace bien oírlos. ¿Recuerdas-dice una voz- cuando Pablo en sus comidas se pintaba esos bigotitos, se ponía un pequeño sombrero y recitaba "La Botica" ¡Qué gracia tenía y que falta va a hacernos ahora!".
Me recuerda su Oda a la Farmacia:
ODA A LA FARMACIA |
Qué color a bosque tiene la farmacia!
De cada raíz salió la esencia a perfumar la paz del boticario, se machacaron sales que producen prodigiosos ungüentos, la seca solfatara molió, molió, molió el azufre en su molino y aquí está junto con la resina del copal fabuloso: todo se hizo cápsula, polvo, partícula impalpable, preservador principio. El mortero machacó diminutos asteriscos, aromas, pétalos de bismuto, esponjas secas, cales.
En el fondo de su farmacia vive el alquimista antiguo, sus anteojos encima de una multiplicada nariz, su prestigio en los frascos, rodeado por nombres misteriosos: la nuez vómica, el álcali, el sulfato, la goma de las islas, el almizcle, el ruibarbo, la infernal belladona y el arcangelical bicarbonato. Luego la vitaminas invadieron con sus abecedarios sabios anaqueles. De la tierra, del humus, de los hongos, brotaron los bastones de la penicilina. De cada víscera fallecida volaron como abejas las hormonas y ocuparon su sitio en la farmacia.
A medida que en el laboratorio combatiendo la muerte avanza la bandera de la vida, se registra un movimiento en el aroma de la vieja farmacia: los lentos bálsamos del pasado dejan sitio a la instantánea caja de inyecciones y concentra una cápsula la nueva velocidad en la carrera del hombre con la muerte.
Farmacia, qué sagrado olor a bosque y a conocimiento sale de tus estanterías, qué diversa profundidad de aromas y regiones: la miel de una madera, el purísimo polvo de una rosa o el luto de un veneno. Todo en tu ámbito claro, en tu universidad de frascos y cajones, espera la hora de la batalla en nuestro cuerpo.
Farmacia, iglesia de los desesperados, con un pequeño dios en cada píldora: a menudo eres demasiado cara, el precio de un remedio cierra tus claras puertas y los pobres con la boca apretada vuelven al cuarto oscuro del enfermo, que llegue un día gratis de farmacia, que no sigas vendiendo la esperanza, y que sean victorias de la vida, de toda vida humana contra la poderosa muerte, tus victorias. Y así serán mejores tus laureles, serán más olorosos los sulfatos, más azul el azul de metileno y más dulce la paz de la quinina. |
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