lunes, 25 de julio de 2011

Hablar Largo y Tendido


tendido
¿Sabías por qué HABLAR LARGO Y TENDIDO es abordar un tema de forma exhaustiva?
Cuando se pretende hablar de un asunto desde todos los ángulos, sin tapujos y sin dejar nada que comentar, se dice que se va a hablar largo y tendido.
La expresión hace referencia literalmente a la forma material clásica de abordar las largas conversaciones. No en vano los romanos adoptaban una posición recostada para celebrar sus reuniones y encuentros, junto a una mesa baja. Sin más propósito que hablar extensamente de todo tipo de asuntos durante horas.
Así hablaban largo (por el tiempo) y tendido (por la posición).

Por que las hormigas andan en grupo

viernes, 15 de julio de 2011

Publicidad Creativa

Conejo Frustrado


Conejo Frustrado 119: ¡Mira, Papá!

Comic

Los hoyuelos del poto


Los hoyuelos de la rabadilla (poto): el romboide de Michaelis



Chica mostrando su romboide. Y no parece que lo vaya a tener fácil para dar a luz...Seguro que todos los varones que leéis esto habéis observado que ciertas mujeres (y también algunos hombres) tienen dos hoyuelitos marcados en esa parte donde la espalda pierde su nombre. Y muchos de vosotros le encontraréis un punto sensual. Lo que no sabéis es que su atractivo no es poder usarlos para reposar los pulgares, sino que indican quién podría ser una buena madre.
Topografía del romboide de MichaelisAl menos en lo que se refiere al momento del parto, claro. Esos “hoyuelos de Venus”, como también se les llama a veces, son dos vértices del romboide de Michaelis. Debe su epónimo al obstetra que lo describió en el siglo XIX, el alemán Gustav Adolph Michaelis, y anatómicamente se corresponden con las articulaciones sacroilíacas. Lo interesante es que la distancia entre los hoyuelos (lo que sería la diagonal transversa del romboide) esuna indicación indirecta del tamaño de la pelvis y, por tanto, del ‘canal del parto’ y la facilidad para parir1, 2, igual que lo son la altura de la madre o la anchura de sus caderas (¿entendéis ahora por qué algunos hombres preferimos las mujeres con silueta de guitarra?).
Ahora que lo sabéis, ya tenéis una excusa (si es que era necesaria) para mirar a esas rabadillas que asoman cuando aprieta la temperatura…
Bibliografía:
1: Rozenholc AT, Ako SN, Leke RJ, Boulvain M. The diagnostic accuracy of external pelvimetry and maternal height to predict dystocia in nulliparous women: a study in Cameroon. BJOG. 2007 May;114(5):630-5.
2: Liselele HB, Boulvain M, Tshibangu KC, Meuris S. Maternal height and external pelvimetry to predict cephalopelvic disproportion in nulliparous African women: a cohort study. BJOG. 2000 Aug;107(8):947-52.

La importancia de la Lectura


Este artículo nos muestra la importancia de la lectura y de porqué nos hace diferentes de los no lectores o "Analfabetos".


Leer nos cambia el cerebro... más de lo que creemos

Corre por ahí el bulo de que leer no es para tanto. Que ya existe la televisión, que vivimos en un mundo audiovisual, y que por tanto la lectura es una actividad como cualquier otra, casi un hobbie, algo marginal que irá retrocediendo con el tiempo. Pero no es así.
La lectura de libros o de textos que requieran concentración y tiempo nos permite llegar a lugares a los que otras tecnologías tienen vedado el paso. No sólo se profundiza en asuntos complejos sino incluso en emociones complejas.
Una buena prueba de ello es cómo piensa un lector respecto a un analfabeto. Los cerebros lectores entienden de otra manera el lenguaje, procesan de manera diferente las señales visuales; incluso razonan y forman los recuerdos de otra manera, tal y como señala la psicóloga mexicana Feggy Ostrosky-Solís.
Los cerebros de los lectores incluso difieren entre sí según qué lecturas tengan por bagaje. Y no sólo estoy hablando de leer Dostoievsky o Pablo Coelho, sino que influye incluso el idioma en el que leemos.
Los lectores de inglés, por ejemplo, elaboran más las áreas del cerebro asociadas con descifrar las formas visuales que los lectores en lengua italiana. Según se cree, la diferencia radica en el hecho de que las palabras inglesas presentan con más frecuencia una forma que no hace evidente la pronunciación. ¿No habéis visto en las películas que a menudo las personas deben deletrear su nombre para que la otra persona sepa cómo se escribe? Por el contrario, las palabras italianas, así como las españolas, suelen escribirse exactamente como se pronuncian.
Por esa razón, también, los vocabularios de las culturas que aprendían a leer incrementaban sus recursos lingüísticos. Por ejemplo, el vocabulario inglés, limitado a unos pocos miles de palabras, se amplió hasta más de un millón con la proliferación de los libros.
Pero ¿qué pasa exactamente, en tiempo real, en el cerebro de una persona que lee y entiende lo que lee, a diferencia de una persona que simplemente mira las imágenes en una pantalla o escucha las palabras de un cuentista?

En 2009, la revista Psychological Science publicó un estudio al respecto, llevado a cabo en el Laboratorio de Cognición Dinámica de la Universidad de Washington, cuya principal investigadora fue Nicole Speer.
Los lectores simulan mentalmente cada nueva situación que se encuentran en una narración. Los detalles de las acciones y sensaciones registrados en el texto se integran en el conocimiento personal de las experiencias pasadas. Las regiones del cerebro que se activan a menudo son similares a las que se activan cuando la gente realiza, imagina u observa actividades similares en el mundo real.
Y todo esto es así porque leer es una actividad muy poco natural. Imaginaos: ¿acaso nuestros antepasados podían concebir permanecer sentados durante mucho tiempo, sin moverse, con la vista fija en un punto estático en la que no está pasando nada? Es decir: mirando pulpa de árbol prensada manchada con lo que parecen insectos aplastados. Más que un ser humano eso parecería una estatua. Un observador analfabeto no entendería qué mira tanto esa criatura porque todo pasa en su cabeza. De algún modo, el humano lector es casi una nueva especie.
El estado natural del cerebro humano, así como el de la mayoría de los primates, tiende a la distracción. Basta con que aparezca cualquier estímulo interesante, y nuestro cerebro sentirás interés por él, olvidándose de lo que estaba haciendo. Sin embargo, leer un libro requiere de una capacidad de concentración intensa durante un largo periodo de tiempo.
Esta tendencia a distraernos con nuevos estímulos, según la psicología evolutiva, tiene mucho sentido. Nuestros ancestros debían tener cerebros hambrientos de novedades y dispuestos a captar cualquier irregularidad: los objetos estacionarios o invariables forman parte del paisaje y mayormente no se perciben. Los ancestros que no tenían esta capacidad, seguramente tenían mayor probabilidad de morir (por ejemplo, un depredador que acecha) o menor probabilidad de fijarse en una oportunidad (por ejemplo, una fuente cercana de alimentos, lo cual también se traducía en una muerte prematura). Y un ancestro muerto es un ancestro que no se reproduce y que no deja en herencia a su prole sus genes, es decir, rasgos como un cerebro que no tiende a la distracción.
Todos los que en el pasado tenían cerebros predispuestos para la concentración y la linealidad, por tanto, se extinguieron. Nosotros somos descendientes de no lectores. Compartimos sus vetas genéticas. Tal y como señala Nicholas Carr:
Leer un libro significaba practicar un proceso antinatural de pensamiento que exigía atención sostenida, ininterrumpida, a un solo objeto estático. Exigía que los lectores se situaran en lo que el T. S. Eliot de los Cuatro cuartetos llamaba “punto de quietud en un mundo que gira”. Tuvieron que entrenar su cerebro para que hiciese caso omiso de todo cuanto sucedía a su alrededor, resistir la tentación de permitir que su enfoque pasara de una señal sensorial a otra. Tuvieron que forjar o reforzar los enlaces neuronales necesarios para contrarrestar su distracción instintiva, aplicando un mayor “control de arriba abajo” sobre su atención. “La capacidad de concentrarse en una sola tarea relativamente sin interrupciones”, escribe Vaughan Bell, psicólogo del King´s College de Londres, representa “una anomalía en la historia de nuestro desarrollo psicológico.
Los libros son el equivalente intelectual de los antibióticos, los aditivos o el aire acondicionado. Son una tecnología capaz de diluir un poco más nuestra humanidad de serie y moldear nuestro cerebro para alcanzar finisterres que hace apenas unos siglos eran inalcanzables. Son una tecnología diferente a Internet, la telvisión o el teléfono móvil, así que vale la pena que no la perdamos.
Ni que decir tiene que mucha gente había cultivado una capacidad de atención sostenida mucho antes de que llegara el libro e incluso el alfabeto. El cazador, el artesano, el asceta, todos tenían que entrenar su cerebro para controlar y concentrar su atención. Lo notable respecto de la lectura de libros es que en esta tarea la concentración profunda se combinaba con un desciframiento del texto e interpretación de su significado que implicaban una actividad y una eficiencia de orden mental muy considerables. La lectura de una secuencia de páginas impresas era valiosa no sólo por el conocimiento que los lectores adquirían a través de las palabras del autor, sino por la forma en que esas palabras activaban vibraciones intelectuales dentro de sus propias mentes.
Así, lectores del mundo, antinaturales todos, si pensáis más profundamente es porque leéis más profundamente. Porque, en ocasiones, ser antinatural es lo más de lo más.
Vía | Superficiales de Nicholas Carr

lunes, 11 de julio de 2011

Conciencia


Tu inconsciente cuenta más de lo que piensas.

          Tomado de:  http://cienciahoy-neuronescence.blogspot.com/


¿Cuando se enciende la conciencia?
Uno de los temas que desde siempre me han fascinado es el origen de la conciencia. Y no hablo del concepto de conciencia del que hablan las religiones, de esa que no te deja dormir si has hecho algo malo. No, me refiero al hecho de ser conscientes de nuestros pensamientos, del porqué de nuestros actos (si decido pasar mis vacaciones en Cuba, por ejemplo ¿es mi decisión consciente o inconsciente?, o mejor aún ¿cuando se hace consciente mi decisión?). Por supuesto todas estas preguntas son casi más filosóficas que biológicas y sin embargo la neurociencia lleva años intentando dar respuesta al origen biológico de esta característica tan especial que nos hace humanos.

Para dilucidar la importancia de la conciencia en la toma de decisiones es necesario saber que procesos ocurren de manera independiente y aún son capaces de influenciar nuestro pensamiento. Para ello, por ejemplo, se pueden estudiar pacientes con  ciertas lesiones cerebrales que causan un impedimento en funciones cognitivas como la percepción consciente de estímulos visuales en una región del campo visual, porque se ha comprobado que algunos pacientes aún son capaces de responder a estímulos situados en esta zona "ciega", incluso reconocer caras a pesar de que ellos mismos no lo creyeran posible ¿cómo iban a ver si no eran conscientes de que veían? (para más información recomiendo la revisión de Cowey et al, 2010); otros tipos de estudios en pacientes con lesiones cerebrales apuntan también la existencia de una extendida actividad cognitiva (que implica más de una y dos regiones cerebrales, tanto en áreas superiores (la corteza) como en inferiores) inconsciente.

Diferentes áreas se activan en respuesta a estímulos inconscientes (derecha) que a conscientes (palabras visibles,izquierda). Figura del artículo Dehaene et al, 2001

Pero no sólo de lesiones vive la Ciencia, en individuos sanos se pueden estudiar procesos conscientes versus inconscientes mediante el uso de máscaras en ciertas pruebas de percepción. Por ejemplo, en una prueba de memoria/reconocimiento visual, los participantes han de responder a una señal específica (pueden ser números o letras, no sólo símbolos) que es precedida rápidamente por otro estímulo, el cebo. Como el cebo aparece muy deprisa y es similar en alguna forma a la señal, pasa desapercibido, se convierte en un estímulo inconsciente, es enmascarado. Aún inconscientes estos estímulos tienen efectos a nivel cognitivo y de comportamiento pues influyen en la rapidez y en lo acertado de la respuesta (si el cebo entra en contradicción con la señal la respuesta será más lenta y más probable que incorrecta) y además a nivel cerebral se ha observado que la información inconsciente se procesa en diversas áreas cerebrales (Diaz y McCarthy lo describen para el caso de palabras). De interés también resulta el hecho de que nuestro sistema de recompensa puede verse influenciado por estímulos enmascarados, por ejemplo un incentivo monetario enmascarado incrementaba el rendimiento de los participantes en un experimento (varios trabajos de Pessiglione et al). Pero para que resulten, para que nos estimulen hemos de prestarles atención, y no sólo eso también se ha demostrado que su influencia depende del procesamiento que se les da en áreas superiores, esto es, en lacorteza prefrontal, donde residen las funciones cognitivas más desarrolladas (pensamiento, toma de decisiones...). 

La percepción inconsciente y sus efectos sobre la toma de decisiones estén en la base de la publicidad subliminal, un fenómeno iniciado por un falso experimento que nunca se llegó a realizar y que consistía en presentar imágenes promocionales de un producto, se dice que CocaCola, intercaladas durante la presentación de una película con intención de generar en el espectador la necesidad de consumir tal producto. A partir de entonces, las agencias de protección de consumidores desarrollaron leyes en contra de este tipo de publicidad y algunos científicos (ref) han tratado de comprobar si es posible inducir al consumo por estos medios. La conclusión: depende. Por ejemplo a la hora de elegir bebida, la publicidad de CocaCola sólo funcionaba en aquellos casos en que la persona estaba sedienta. 

Este es un ejemplo de otro tipo de contenidos subliminales...

En conclusión parece que las grandes preguntas del principio del artículo aún distan de tener una respuesta concreta pero si podemos asegurar que hay una gran riqueza de procesos mentales internos que nos son ajenos y cuya influencia en nuestra consciencia y en nuestra toma de decisiones es mayor de la que en ocasiones nos gustaría reconocer. Los autores Simon van Gaal1 and Victor Lamme en las conclusiones de su revisión comentan que la diferencia fundamental entre los procesos conscientes e inconscientes tienen que ver con el alcance temporal (recursividad) y espacial (número de regiones cerebrales implicadas), así los procesos conscientes por su duración están en la base de la memoria y el aprendizaje mientras los inconscientes tienen una vida media mucho más breve, y sólo cuando pasan al plano de la consciencia adquieren trascendencia.